sábado, 20 de octubre de 2012

ROMEO Y JULIETA




  Había en Verona dos familias, los Capuleto y los Montesco. Desde generaciones se odiaban a muerte y siempre que podían se provocaban y se masacraban entre sí a pesar de los esfuerzos de los príncipes por evitar semejante descontrol. Se odiaban porque sí y no había modo de tranquilizarlos para que entraran en razón.

Un día, los Capuleto organizaron una fiesta, y a Romeo, jovencísimo e hijo único de los Montesco, se le ocurrió que debían ir. Siempre con un antifaz por supuesto. Romeo y un par de amigos y primos se presentaron en palacio y nadie notó su presencia. Fue entonces, cuando Romeo vio entre las bellas mujeres una muy especial de la que se enamoró rápidamente: Julieta, la hija única de los Capuleto. 

Romeo no pudo evitar acercársele y susurrarle palabras de amor al oído con lo que Julieta quedó prendada instantáneamente de aquel joven desconocido.

A partir de ahí, gracias a la intermediación de la comprensiva nodriza de Julieta, Julieta y Romeo pudieron verse a escondidas a pesar de que los padres de Julieta querían prometerla en matrimonio con un señor que no era muy del gusto de Julieta. Pero en aquellas épocas, las cosas se hacían así.

En el ínterin, las trifulcas entre Montescos y Capuletos continuaban en plena calle, y Romeo sin querer asesinó al primo más querido de Julieta. El Príncipe compareció y decidió que Romeo debía ser expulsado de Verona. Antes de eso, los dos secretos amantes fueron a ver al párroco de la ciudad a contarle sus cuitas y solicitar consejo, y a éste no se le ocurrió mejor idea que preparar un brebaje que al beberlo te hacía parecer como muerto. Lo preparó sin que Romeo supiera nada y mientras éste estaba fuera se lo entregó a Julieta que en seguida se lo bebió. Con gran dolor de toda su familia, sepultaron a la joven hija en el panteón familiar no sin derramar amargas lágrimas. Al mismo tiempo un mensajero bien asesorado por el pastor fue en busca de Romeo para decirle que podría unirse a Julieta en cuanto ésta despertara, pero el infortunio quiso que el mensajero llegara tarde. Romeo llegó antes a la tumba de Julieta y al creerla muerta, como no quedaba ni gota del brebaje mágico, se clavó una daga. Al despertarse Julieta y ver a su lado a su amante, realmente muerto, se clavó ella misma la misma daga.
Fin.


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